lunes, 8 de diciembre de 2008

ejercicio sobre el infierno

Muchos dicen que el infierno es el lugar al que van los muertos que no están libres de pecado; pero hoy día la palabra infierno tiene muchos significados. Infierno es el sufrimiento de quien no tiene nada y vive en la calle, sin saber si verá amanecer un nuevo día; es la soledad de quien sabe que no tiene a nadie que piense en él; es el vivir por vivir, sin ilusión, de quien lo ha perdido todo.Y también fue un infierno lo que yo he vivido durante mucho tiempo. Os lo contaré.
Llevaba meses sufriendo los abusos y el maltrato de mi marido (ahora ex marido) y aguantando las continuas charlas de mis hijos sobre las razones por las que tenía que ir a la policía.Pero tenía miedo a que, si le denunciaba, se enfureciera más y cometiera una locura, por lo que convencía a los niños para que no dijeran nada y les contaba que su padre era bueno, pero que tenía problemas y no sabía lo que hacía, así que había que darle otra oportunidad para que volviera a ser el de antes.Lo malo era que ellos ya no recordaban a ese padre de "antes" del que yo les hablaba, porque en realidad vivía sólo en mi mente, el último refugio para no caer en la desesperación.
Una mañana, mientras desayunábamos en familia, empezamos a discutir, no recuerdo muy bien por qué. Sólo sé que cada vez gritábamos más, hasta que yo me calmé de pronto, porque vi en sus ojos una expresión de ira que me aterrorizó. Mis hijos se fueron a su habitación y entonces empezó lo peor: Intenté salir d la cocina yo también, pero me agarró por un brazo y empezó a golpearme de forma brutal, sin sentir lástima. Quería hacerme sufrir, me decía mientras me tiraba al suelo y me daba patadas, insultándome. Y lo consiguió, me hizo sufrir tanto que me dejó en el suelo, inconsciente, llena de sangre y hematomas, creyéndome muerta.
Cuando me desperté, estaba en una habitación de un hospital, rodeada de mis seres más queridos ( mis hijos, y mi hermana Isabel, que había venido desde Londres y no se había separado de mi cama en varios días) y algún que otro médico. Pasé en el hospital tres semanas y dos días; lo que para otros hubiera sido una condena, para mí era el purgatorio que me llevaría al fin a la salvación.
Durante ese tiempo, mis hijos me contaron que al oir los golpes salieron de sus cuartos y corrieron hacia el teléfono a llamar a la policia. Mi marido fue detenido cuando huía de la casa y una ambulancia llegó a tiempo de socorrerme.
Ahora estoy feliz viviendo con mis hijos en una pequeña aldea ,alejada del ruido de la ciudad y de malas compañías. Feliz, porque dejé atrás el infierno y he comenzado una nueva vida.