martes, 16 de junio de 2009

"Ejercicio diez. La serrana"

Una mañana de primavera, un caballero de procedente de un pequeño pueblo de Norte, cruzaba el umbral de la puerta de su casa para comenzar su viaje a caballo hasta Ciudad Real pasando por la sierra de Madrid.

A mitad de camino, se topó con una serrana muy hermosa. Ella, al verlo con un aspecto pésimo debido al calor que hacía y al poco tiempo de descanso que el caballero arrastraba consigo, le preguntó :
- Buenos días buen hombre; a dónde se dirije usted?
- Voy a Ciudad Real, ¿por qué me lo pregunta ?
- Porque por el aspecto que tiene, parece que ya ha recorrido gran parte de su trayecto y que aún le queda otro tanto; me equivoco?
- En efecto señorita, ya es mucha la distancia que he recorrido.

Estuvieron hablando un buen rato y el caballero, cada vez más cansado, fue invitado por la serrana a su pequeño y humilde molino. Ella, sin avisarlo, le había introducido en la bebida que le había ofrecido un éxtasis porque quería que aquello tuviera un poco de marcha.
A la mañana siguiente, el caballero se despertó en la cama de aquella señorita sin saber que había pasado la noche anterior, por lo que, ajeno a todo, le preguntó:
- Mire usted, señorita. No sé que ha pasado para que yo me despierte en estas condiciones en una cama y con usted al lado. Lo único que sé es que ayer usted me ofreció cobijo en su molino. Ahora me encuentro mucho mejor y se me ha ocurrido una manera de recompensarla. ¿Quiere venirse conmigo a Ciudad Real?
- Me iría encantada, pero no puedo dejar de lado mi pequeño negocio.
- No se preocupe por eso, yo le pagaré todos los gastos para que traslade su negocio.
- En ese caso acepto. ¿Le parece bien que salgamos mañana temprano?
- Me parece perfecto señorita.