Una mañana de primavera, un caballero de procedente de un pequeño pueblo de Norte, cruzaba el umbral de la puerta de su casa para comenzar su viaje a caballo hasta Ciudad Real pasando por la sierra de Madrid.
A mitad de camino, se topó con una serrana muy hermosa. Ella, al verlo con un aspecto pésimo debido al calor que hacía y al poco tiempo de descanso que el caballero arrastraba consigo, le preguntó :
- Buenos días buen hombre; a dónde se dirije usted?
- Voy a Ciudad Real, ¿por qué me lo pregunta ?
- Porque por el aspecto que tiene, parece que ya ha recorrido gran parte de su trayecto y que aún le queda otro tanto; me equivoco?
- En efecto señorita, ya es mucha la distancia que he recorrido.
Estuvieron hablando un buen rato y el caballero, cada vez más cansado, fue invitado por la serrana a su pequeño y humilde molino. Ella, sin avisarlo, le había introducido en la bebida que le había ofrecido un éxtasis porque quería que aquello tuviera un poco de marcha.
A la mañana siguiente, el caballero se despertó en la cama de aquella señorita sin saber que había pasado la noche anterior, por lo que, ajeno a todo, le preguntó:
- Mire usted, señorita. No sé que ha pasado para que yo me despierte en estas condiciones en una cama y con usted al lado. Lo único que sé es que ayer usted me ofreció cobijo en su molino. Ahora me encuentro mucho mejor y se me ha ocurrido una manera de recompensarla. ¿Quiere venirse conmigo a Ciudad Real?
- Me iría encantada, pero no puedo dejar de lado mi pequeño negocio.
- No se preocupe por eso, yo le pagaré todos los gastos para que traslade su negocio.
- En ese caso acepto. ¿Le parece bien que salgamos mañana temprano?
- Me parece perfecto señorita.
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